Vivo enamorada de mi amor de verano. Desde que nos encontramos el año pasado, en cuanto el calor aprieta nos unimos con desesperación, mía sobre todo, y no nos separamos ni para dormir.
Disfrutaba de la compañía de mi amor de verano cuando Gabi llamó a la puerta. Me tomó por sorpresa, no habíamos quedado en vernos, y si lo habíamos hecho, no lo recordaba, lo cual no era bueno reconocer.
Entró directa, exclamando “¿dónde está? Quiero conocerlo, compártelo por un rato, que tú lo tienes todos los días”. Y me eché a reír. ¿Compartir mi amor de verano? Vaya insolencia, yo cuidaba de él, y me merecía todo el tiempo que pudiera darme.
Cuando llegó al salón se quedó en la puerta, observando en la distancia mientras mi amor de verano seguía a lo suyo sin inmutarse. “¿Puedo?”, preguntó. Afirmé con la mirada y se acercó hasta rozarlo.
- Es tan... ¡Fantástico! En foto no me lo imaginaba así; y además puedes ir con él a cualquier parte.
- Ya te lo dije y no me creías. Fue amor a primera vista, y ni me importó usar la tarjeta de crédito para que fuera mío.
Gabi se sentó en el sofá y se quedó enajenada con la mirada fija, le costaba seguir la conversación hasta que le pellizqué un pezón para sacarla del trance.
Dio un salto y su consciencia volvió a la habitación. Su mirada de pronto cambió, y pasó de la incredulidad a la picardía más respirable que había sentido nunca. Acto seguido, se lanzó sobre mí.
La recibí con los labios abiertos y la imaginación dando vueltas con las ideas bien frescas. La desnudé de cintura para arriba, y me perdí entre sus pechos con sus manos acariciando mi espalda. La intensidad de nuestras caricias y juegos subía por momentos, y pequeñas gotas de sudor viajaban por nuestra piel, o se encontraban con la lengua de la otra bebiendo el salado néctar.
Se tumbó en el sofá, y ante la atenta mirada de mi amor de verano, descendí hasta su entrepierna, dejando que mis dedos abrieran el paso a mi lengua. Sus gemidos aumentaban y mi humedad con ellos, cosa que Gabi pudo confirmar en cuanto aventuró su mano entre mis piernas.
Cuerpos húmedos, piel perlada de sudor, gemidos y jadeos de plena excitación, placer intenso y, entre roce y roce, una fresca brisa que nos envolvía y daba energías para continuar, a pesar del abrasador calor que inundaba la calle.
Las lenguas entrelazadas, siguiendo el esquema de nuestros cuerpos. La piel tan unida que era imposible distinguir dónde empezaba ella y dónde lo hacía yo. La fluidez del sensual baile resbalaba sobre el sofá, llevándonos más de una vez a estar cerca de encontrar suelo. Sin rendirnos, nos aferramos bien la una a la otra, permaneciendo juntas en tan placentera unión.
Pellizqué de nuevo sus pezones, ahora duros a más no poder, a diferencia de cuando la desperté, y su orgasmo fluyó entre nuestras piernas, mojando cuanto encontró. Mi orgasmo, más tímido, me sobrevino entre pequeños espasmos que hicieron aflorar su segunda conquista.
Empapadas, satisfechas, jadeantes aún, Gabi me preguntó:
- Vaya con tu amor de verano. ¿Ves cómo tenías que compartirlo? No llega a ser por él y no podemos hacer esto.
- Sí, tenías razón, ha merecido la pena compartirlo.
- Por cierto, ¿dónde lo conseguiste?
-En la web que me recomendaste, el mejor ventilador que he comprado nunca.
Con el ligero zumbido del ventilador de fondo y su brisa acariciándonos, me acurruqué sobre el pecho de Gabi; perfilando sus pezones con los dedos, jugando a endurecerlos de nuevo, tentándola con el roce de mis caderas, deseándola dentro de mí.
...
- Por cierto –dije con emoción-, me he comprado otra cosa que seguro que también quieres probar conmigo. ¡Cierra los ojos!
- ¿Otro ventilador? Jajaja, dime, ¿qué es? Con ese tono seguro que no es para todos los públicos.
- Ábrelos –su cara de sorpresa y morbo la delató-, se llama Isa. ¿Se te antoja…otro trío? Me pido el extremo largo.
- Oh, cariño, no sabes el poder que me has dado con esto. Cancela tus citas, porque vas a estar muy muy ocupada orgasmando hasta mañana. Pero oye, mejor un cuarteto, deja el ventilador encendido, que va a subir mucho más la temperatura…